El sujeto de hoy se encuentra en un momento de constante proyección hacia el futuro, en el afán de reafirmar su independencia frente a los dogmas religiosos y modelos socioculturales impuestos. La tecnología y la globalización han aportado a la causa permitiendo el acceso a todo tipo de información de manera fácil e inmediata, y de alguna forma borrando los límites de nuestra identidad cultural. La verdadera comunicación global se ha hecho posible, pero aún así somos seres cada vez más aislados y alejados de las realidades comunes. Todos estamos rodeados de grupos de personas que conforman las diferentes esferas de nuestra cotidianidad, pero en realidad, en medio de esas personas que en teoría comparten nuestros valores y costumbres, siempre buscamos afirmar nuestra individualidad y guiarnos por nuestras propias reglas. El sujeto de hoy es un sujeto que busca ser diferente, pero encajando dentro de un colectivo. El veradero sentimiento de comunidad se ha perdido, pues cada quién se guía por sus propios intereses y está sumergido en medio de sus aparatos.
En vista de las anteriores consideraciones, creo que para el futuro, en el campo de la educación artística y la educación en general, quedan algunas cosas por hacer. Por un lado, se debe llegar a una mejor y verdadera comprensión y especialización de las nuevas herramientas y tecnologías que se han desarrollado y se están empleando en el campo del arte para salir de nuestro estado de nativos digitales, y por otro, se debe hacer un rescate del pasado para volver a ser seres sociales, humanos y sensibles. Nuestro trabajo como educadores debe contribuir a acabar con el ensimismamiento que nos absorbe y a la reconstrucción de una identidad social y cultural, creando un verdadero sentimiento de comunidad, donde en realidad se comparta y se aporte y se trabaje en función de un bien común que no sólo responda a los intereses personales.
Ana María Hurtado L.
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