Los que ahora estamos inmersos en los menesteres de la educación artística y conocemos ya sea de lejos o profundamente sus problemáticas, sus falencias y fortalezas, casi siempre caemos en el error de inculpar a otros y señalar arbitrariamente culpables y/o responsables del estado actual en que se encuentra, sin detenernos a analizar el papel que jugamos, los ya casi licenciados en artes, que desde la escuela nos proyectamos hacia el campo laboral diría que irresponsablemente, pues no hemos aterrizado y entendido la responsabilidad de la labor que nos compete y lo único que nos preocupa es si vamos a ser artistas o profesores.
Sería bueno entonces detenernos y mirar introspectivamente cuales serian los aportes reales que la educación artística requiere, ya sea modificaciones a los currículos en las instituciones, cambiar la legislación, pero diría yo que el cambio nace desde el sujeto que se enfrenta al aula de clase cada día, con la responsabilidad de dejar una huella en sus estudiantes al preocuparse por la investigación, la innovación en el cómo y para que del quehacer artístico, cuestionarse cada día cuan significativo es el área de conocimiento que maneja.
No son las técnicas, no es en si la teoría, es el cómo y con que objetivos se está orientado el trabajo de los nuevos docentes.
MATTA
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